Momentos irreales, sin significado ni nombre. Sin importancia. Porque esto ya no da más. Porque yo, nosotros, no soportamos esta tensión que se adueña de todo y nos obliga a marcharnos sin decir adiós, sin mirar atrás. No os debo nada, no me debéis nada. No me preguntéis de qué hablo, no sabría explicarlo, no podría. Vuestra indiferencia y egoísmo me daña, en lo más hondo y profundo de mi ser. Palabras que arañan mi piel haciendola más fuerte. Recuerdos que no quiero recordar, por miedo a añorarlos. Deseando estar en cualquier parte, menos aquí. He dejado de tener miedo, he dejado de olvidar para poder sufrir sin remordimientos. Y mientras la música suena, las palabras salen sin más y las lágrimas se derraman por mis mejillas. Cómo un viernes cualquiera, como un día cualquiera de esta vida perdida en un mundo irreal, inventado y vano.
Cuando alguien no le teme a nada,
es que nada ama,
y si no amas nada,
¿de qué te sirve no temer nada?
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