No hay nada como ese sentimiento que te lleva a hacer cualquier cosa, por pequeña que sea, que quieras hacer en ese momento, que se te antoje o que necesites. Seguridad. Un solo paso y llegas a la meta, mientras otras personas se quedan sin aire y ni si quiera alcanzan a verla. Ése empujón sin necesidad. Confianza. La mejor de las oportunidades, la que coges por ti misma, con amor y deseo, con tu propio esfuerzo.
No esperar, no dudar. Olvidar esas preguntas repetidas en tu interior que no aseguran nada, e infravaloran todo, sobre todo a ti misma.
Luchando contra el espejo, contra sueños desterrados, contra sentimientos. No creer en el futuro, no creer en el amor ni en la ilusión, volver al sitio de dónde viniste. Una y otra vez.
Y ésa es una lucha que sólo puedes ganar tú, que está en tu mano y en tus actos librar. Y ése último suspiro que acompaña a la verdadera intención. Ése suspiro que se ahoga en la respiración entrecortada de un llanto sin consuelo...
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