jueves, 29 de abril de 2010

Dulce e inmortal, amistad.


Hablar sin pensar, diciéndolo todo. Confianza. Que nos incita a perdonar una y otra vez. Sin importar nada, ni nadie. Más allá del amor, de creer, de todo. Momentos irrepetibles, insustituibles a cualquier nombre. Dolor que duele menos, alegría más feliz. Por estar a su lado, por saber que está bien, porque lo malo pierde valor. Parte de mi alegría, de mi tristeza, de mis recuerdos. Partes de mí. De lo que fui y de lo que soy ahora.

Pero, se perdió.

Todo cambió sin que lo notaramos. Miradas más frías, rencores demasiado cultivados. ¿Cómo sucedió? . Lo sentí, lo hice mal. Siempre pensando las cosas después de que se hayan echado a perder. Rectificar sin adivinar cómo. Cielo que rozamos con nuesta locura adolescente. Ésa que nos llevó a perder la inocencia y el amor. El deseo estúpido de volverlo a inentar.


Momentos inolvidables, que no cambiaré por nada. Que ningún porqué podrá borrar.

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