lunes, 13 de septiembre de 2010

Un día como otro cualquiera.

Hoy, toda Sevilla me parece pequeña para perderme, para esconderme, para desaparecer. Todas las caras son conocidas, todos pasean su felicidad, todos derrochan amor entre escaparates. Hoy... hoy es uno de esos días que la casa se te cae encima, que necesitas salir y tomar aire fresco. Hoy es uno de esos días que el cielo queda realmente lejos.
He decidido ir a esos sitios que no sabes ni que existen, aunque hayas pasado miles de veces por delante. Voy con la cabeza bien alta, y la música a todo volumen; es como si estuviera en un mundo paralelo, y a la vez, la realidad sólo sabe darme bofetadas. Me detengo; miles de colores y de formas, un espacio enorme. Siempre me han fascinado éstas tiendas, está todo en silencio. Sólo el susurro de una discusión tan trivial cómo la de que tela poner para las cortinas. Paseo mi desilusión por circulos, rectángulos y rayas. Creo que es también por el olor, es un olor que sólo existe allí dentro, una mezcla entre tela nueva y antipolillas.Veo que una dependienta se acerca sigilosa a mí, deseando romper el encanto con un "¿Puedo ayudarte en algo?" y enseguida salgo corriendo de allí. Me siento inmortal, siento que nada puede hacerme daño, que he perdido la vergüenza, que no hay un verdadero sentido en mi persona. Clavo la mirada en cada uno de los transeúntes, ellos, desvocados en sus problemas, en sus relaciones, en sus vidas; apartan la mirada. Cobardes... o sólo ajenos a lo que mis ojos dicen. Un leve olor a incienso atrae mi atención. Un dálmata como guardián de la puerta de una tienda realmente extraña, ¿ha estado siempre ahí?. La dependienta es de ésas personas con apariencia tan natural como la vida misma, ropas de colores y demasiado holgadas. Velas, y piedras que prometen salud y amor. Libros, cuadros, que rezan a la madre naturaleza porque ya han perdido la fé en todo lo demás. Acaricio al perro y me voy.
Mi angustia ya pesa demasiado, me siento en un banco a esperar. Jóvenes patinadores cogidos de la mano, risas y tropiezos. Madres que riñen a sus hijos mientras hablan por el móvil. Ancianos que llevan toda una vida viendo a su lado el mismo rostro al despertar. Bicicletas que pasan veloces a mi alrededor. Cuánta gente, ¿cómo es que me siento tan sola?
Una mujer con la mirada perdida, y desolación escrito en el rostro. Y yo sin poder hacer nada para ayudarla.
Hay veces que me despierto con ganas de donar mi alma, y hay veces que mis lágrimas empapan la almohada al acostarme.

2 comentarios:

  1. Una descripcion magnifica sobre lo que vivistes ese dia en sevila!!!! tienes un don para transmitir emociones o sentimientos ;)

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  2. Sabes qué es lo mejor? Que puede que todo esto me lo haya inventado y nunca lo sabrás :3

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